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¿Qué hacer para poner en práctica la ecología emocional?

Eología se define como “Ciencia que trata de las relaciones que hay entre el hombre y el medio en que vive, en general el medio físico”. Nótese “en general”, ya que este planteamiento deja abierta la posibilidad de abrir la propuesta a las especificidades. Ello es posible porque el ser humano es un ente de una complejidad múltiple y a veces confusa y, por tanto, no solo interactúa con la naturaleza, sino especialmente con otros seres humanos, formándose así lo que daríamos en llamar “ambiente social”, el que trae asociado además lo cultural. A partir de esta propuesta podríamos entonces sugerir la existencia de una “ecología social” y de la importancia de la interacción entre los seres humanos, como ya lo ha planteado el antropólogo Pierre Bourdieu, en su Teoría sobre Estructura Social, la propuesta de “habitus y campos”, donde sugiere que los seres humanos arrastran consigo desde el nacimiento hasta la muerte distintos “capitales”, entre ellos un capital económico, capital social y capital cultural.

También en relación con lo anterior, se hace necesario señalizar que la interacción humana permite enriquecer cualquier propuesta colectiva, ya que es esta interacción la que hace que lo humano sea humano, en comparación con la interacción animal, es decir, un ser social y al mismo tiempo un ser singular, con conciencia social y ambiental para desarrollar un mundo interior y exterior, un mundo “emocionalmente ecológico”, donde cada individuo logre desarrollar un equilibrio armónico, saludable, creativo de la energía afectiva, tanto consigo mismo, como con su entorno, para poder mejorar como personas, aumentar la calidad de las relaciones y respetar el cuidado de nuestra naturaleza; en otras palabras “ser una persona con ecología emocional”, responsable de sí misma y corresponsable del mundo que nos rodea.

Pero entonces ¿Qué hacer para poner en práctica la ecología emocional? Es evidente que para poder desintoxicarnos y poder reciclar, debemos reducir los contaminantes emocionales que a veces emanamos producto de nuestras acciones y vivencias diarias, como por ejemplo: el rencor, envidia, celos, mal humor, emitir juicios de valor, agresividad, crítica ácida, malas prácticas, mala resolución de los conflictos, etc., para poder reciclarlos y transformarlos en actitudes y valores que nos ayuden a reparar y gestionar nuestros recursos emocionales, y lograr una mayor armonía. Para ello les invito y desafío a que demos nutrientes y energía emocional a nuestras vidas practicando cosas tan simples pero significativas como saludar, dar un abrazo, una sonrisa, una caricia, dar las gracias, felicitar cuando es necesario, ser empático, alegre, tener automotivación y no hacer al otro o al entorno lo que no quiero que a mí.

Ema Salazar S.
Coordinadora Académica

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